En Pilmaiquén, durante el verano, sin televisión, sin videojuegos y menos Internet, no había otra cosa que hacer que plegarse a las largas tardes de fútbol en el campo. El Indio, el garrincha, el gringo y yo, éramos secos. Producto de la inmensidad del campo de juego, decidimos que “todo era cancha”. Imposible en una hectárea hacer precisas delimitaciones, sin peder el balón unas cientos de veces para que el Garrincha, el más pequeño de los jugadores, partiera a buscarlo, y eso nos impidiera retomar el juego por al menos 10 minutos.
En política me pregunto si pasa lo mismo. Hoy ¿todo es cancha?. En este último tiempo, ya abstraído de mis actividades públicas, he logrado percibir como la ciudadanía se asombra con los claramente repudiables actos de corrupción que exhiben los medios de comunicación en el país. Ferrocarriles, municipios, subvenciones y una no tan corta lista de hechos que a nadie dejan indiferente. Es necesario eso si aclarar que en alguno de éstos casos, sólo están en calidad de denuncia, ya que ni los tribunales de justicia, ni la contraloría, aún han logrado determinar si existe dolo o las responsabilidades de quienes aquí son sindicados.
Sin embargo, yo me pregunto si en los casos de irregularidades, la gente sabe que las reglas del juego nos indican que “todo es cancha”. Es decir, la funcionaria que ocupa el computador para hacer la tarea de su hijo en horas de trabajo. El que saca fotocopia de los libros que son solicitados en el colegio. El que tiene arreglado el medidor para que la luz para bajar el cobro de la cuenta. El que hace malabares con el IVA, el que no da el pasaje en el bus, el que vende y compra películas pirateadas, etc. No olvidemos que la palabra irregularidades no sólo se usa en el ámbito público, como nos han querido hacer creer algunos invocando la frase más manoseada del último tiempo “dinero de todos los chilenos”. Sino que la corrupción también se produce en el ámbito privado, donde algunas empresas tienen consideradas y asumidas sus pérdidas, lo que por su puesto se ve reflejado en los precios de los productos y servicios que también pagamos “todos los chilenos”. De ahí la pregunta ¿ Todo es cancha?.
Con lo anterior no quiero minimizar los actos de corrupción denunciados durante el último tiempo, al contrario es una voz de alerta que no podemos soslayar, poniendo mayor énfasis en los sistemas de control. Pero cuidado. No hagamos gárgaras con la palabra irregularidad, si no somos capaces de tener una conducta intachable. Empecemos por casa. Solo un llamado a revisar nuestras acciones, y mejorarlas.
Jaime Bertin Valenzuela
En política me pregunto si pasa lo mismo. Hoy ¿todo es cancha?. En este último tiempo, ya abstraído de mis actividades públicas, he logrado percibir como la ciudadanía se asombra con los claramente repudiables actos de corrupción que exhiben los medios de comunicación en el país. Ferrocarriles, municipios, subvenciones y una no tan corta lista de hechos que a nadie dejan indiferente. Es necesario eso si aclarar que en alguno de éstos casos, sólo están en calidad de denuncia, ya que ni los tribunales de justicia, ni la contraloría, aún han logrado determinar si existe dolo o las responsabilidades de quienes aquí son sindicados.
Sin embargo, yo me pregunto si en los casos de irregularidades, la gente sabe que las reglas del juego nos indican que “todo es cancha”. Es decir, la funcionaria que ocupa el computador para hacer la tarea de su hijo en horas de trabajo. El que saca fotocopia de los libros que son solicitados en el colegio. El que tiene arreglado el medidor para que la luz para bajar el cobro de la cuenta. El que hace malabares con el IVA, el que no da el pasaje en el bus, el que vende y compra películas pirateadas, etc. No olvidemos que la palabra irregularidades no sólo se usa en el ámbito público, como nos han querido hacer creer algunos invocando la frase más manoseada del último tiempo “dinero de todos los chilenos”. Sino que la corrupción también se produce en el ámbito privado, donde algunas empresas tienen consideradas y asumidas sus pérdidas, lo que por su puesto se ve reflejado en los precios de los productos y servicios que también pagamos “todos los chilenos”. De ahí la pregunta ¿ Todo es cancha?.
Con lo anterior no quiero minimizar los actos de corrupción denunciados durante el último tiempo, al contrario es una voz de alerta que no podemos soslayar, poniendo mayor énfasis en los sistemas de control. Pero cuidado. No hagamos gárgaras con la palabra irregularidad, si no somos capaces de tener una conducta intachable. Empecemos por casa. Solo un llamado a revisar nuestras acciones, y mejorarlas.
Jaime Bertin Valenzuela